21.3.06

 

EL SILENCIO DE LAS CORDERAS

El asesino de la película El Silencio de los Corderos devoraba todo lo que pillaba. Era un malo, muy malo, que acabó en prisión con un terrible bozal de perro en la boca y cara. Así es como vi el otro día al Zaplana de turno, aunque no hay duda que se turnan en los insultos, descalificaciones e improperios, con el yo más. Un representante de nuestra educada sociedad occidental tachó de folclórica a la vice-presidenta del Gobierno, señora Mª Teresa Fernández de la Vega, alegando que iba disfrazada cuando vistió ropa para asemejarse a la cultura de un grupo de mujeres de Mozambique, en África. Creo que para estas señoras fue un honor. ¿Qué quería el señor Zaplana que se hubiera calado un salacot y hubiera desfilado con un fusil al hombro?. ¿Lo hubiera encontrado más patriótico?.

Pero lo más sorprendente es el “silencio de las corderas” del P. P.. Ni una sola de sus féminas señorías censuró, recriminó o puso un bozal al personaje. Está claro que ante el “macho cabrío” y engominado “caballiere”, las mujeres de ese “partido prepotente” actúan como en tiempos del caudillo cuando imperó el nacional-catolicismo, sumisas y atadas a la pata de la cama, en este caso del banco o del escaño. Seguro que temen ser devoradas por el Doctor Aníbal Lester de turno.

Abraham Méndez Ramos

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