27.12.06

 

MANITÚ, el Dios Indio.

Las clásicas películas del oeste americano nos mostraban las diferentes tribus de indios apaches, cherokees, chiricauas, semínolas, arapajoes, sioux, navajos, etcétera que siempre, no sé como se las arreglaban, eran los malos de las películas. Siempre cortaban las cabelleras de hombre blanco y se emborrachaban con wiskey de la peor especie. En cambio los famosos chaquetas rojas siempre estaban limpios, pulidos y curiosos. A los indios los recordamos siempre desplazándose de un lugar miserable a otro peor, porque el gobierno de turno siempre los alejaba de sus fértiles tierras, quizás para construir y especular como en Marbella y otros lugares. En sus largos recorridos arrastraban pesadas cargas y mujeres, niños y ancianos eran los exilados abandonando a sus seres queridos y a su principal alimento y protección el bisonte.

Hasta que un día se cansaron y se cargaron al 7º de Caballería que “murieron con las botas puestas”. Hasta aquí llegaron las hazañas de Caballo Loco, Ojo de Águila, Nube Roja, Jerónimo y otros grandes jefes y guerreros. Ni su Dios Manitú se compadeció de ellos y vivieron en reservas acotadas, el fin de sus vidas e historias. Ni el hechicero de turno dando saltos como un poseso evitó el desastre. El progreso los arrolló, no se adaptaron y quedaron olvidados de sus reivindicaciones.

La lucha del hombre blanco contra el piel roja, no acabó, por ello una serie de jefes de tribus con algunos miles de indios se mantuvieron instalando casinos de juego y hoteles y con tanto acierto que amasaron una verdadera fortuna entre sus manos, hasta el punto que hoy les ha permitido comprar la más famosa de las cadenas de Restaurantes la Hard Rock. Los indios Semínolas la han comprado por 725 millones de euros. Con lo que han vuelto a derrotar al rostro pálido, esta vez con dinero y no con flechas. Yo los felicito y solo deseo que les sirva para ser mejores, educar a sus hijos y nietos en una sociedad moderna, pero sin renunciar a su histórico pasado. Que el espíritu de Manitú les guíe en sus nuevos horizontes de grandeza.


ABRAHAM MÉNDEZ RAMOS

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