9.3.07

 

LA BESTIA

Érase una vez un territorio muy extenso, donde vivían una serie de animales de distintas especies. Un lugar muy hermoso entre el mar y la montaña, con parajes con mucho verde y buenos frutos, donde unos animales rumiaban, otros pastaban y los más comían. Era una pequeña zona del planeta que durante siglos mantenía conflictos entre sus moradores. Algunos aullaban como lobos feroces y convencían a los corderitos y a algunas gallinas. Pretendían la exclusividad de unas tierras y marcaban su territorio como los perros lo señalan con su meada. Una Sabionda Araña tejió una terrible tela de increíbles historias. Hubo otra gran bestia con medallas en el lomo y frente a una piara de cerdos enloquecidos impuso el terror y el dominio durante 40 años. Al fin la dictadora bestia murió en su pesebre.

Todos los animales lo celebraron y pensaron que podían vivir felices y en paz entre montes y valles y crearon leyes y constituciones para la buena convivencia. Ahora podían ser libres como el conejo Tambor, el cervatillo Bambi o el elefante Dumbo. Todos deseaban que las discordias cesaran y que el pequeño grupo de bestias más feroces se volvieran mansas y retornaran a sus corrales. Pero las malas bestias se revelaron y quisieron imponer su ley sobre el resto de los animales y expulsar de ese vergel a los que no fueran de su raza o sin su pedigrí, sus orígenes, su RH era muy importante para ellas, como para los nazis de Hitler. Causaron una gran revolución en la granja y cometieron cerca de 1000 desgracias, mataron a inocentes animalillos y destrozaron la hermosa selva. Provocaron la huída, la estampida de miles de congéneres. El miedo cundió en toda la fauna.

Un día la policía de los animales buenos cazaron a una de esas bestias y la enjaularon durante 18 años para que redimiera sus errores de juventud. En la jaula no mostró arrepentimiento y sus maneras seguían siendo las de un lobo feroz, enseñando sus garras arañaba y desgarraba con sus aullidos su pensamiento y en su libertad de expresión babeaba terror y muerte. La Justicia de los animales le condenó a seguir 3 años más entre barrotes. La psicótica bestia, como protesta se negó a comer, no por tristeza o depresión, si no para ser un mártir, un ejemplo para su jauría. Como un jabalí herido era el peor enemigo. Y para que la bestia no muriera de inanición y ello causara en sus seguidores más odio y más muertes, el gran jefe de los pacíficos animales actuando con inteligencia, responsabilidad y con la Ley de la Granja, le impuso una libertad vigilada, para que en su madriguera se calmara y recapacitara. MORALEJA: Las bestias terroristas matan sin orden, ni leyes. Los buenos animales ni matan, ni dejan morir a nadie con la ley en la pata. Como siempre hay bestias, animales y humanos.

ABRAHAM MÉNDEZ RAMOS
Un animal escritor

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