CARTAS AL DIRECTOR - Abraham Méndez

Tres perversos jóvenes mataron a una pobre infeliz, Entre risas y jolgorio quemaron viva a una mujer, una desgraciada que descansaba tirada en el suelo del frío de su vida, en el interior de un cajero automático, que gravó toda la tragedia. Niños que gravan sus peleas y las difunden y otros pistola en mano asesinan a estudiantes. Gracias a un otro video de un vagón de tren comprobamos el ataque furibundo, bestial y sin razón de un chico contra una chica, una joven como él, pero de nacionalidad ecuatoriana. Racismo, odio, superioridad, machismo, incivismo… Hay bandas que apalean, queman y asesinan a vagabundos, que su única culpa es ser un desgraciado. En la televisión catalana TV-3 he visto un programa llamado Supermanny, donde exponen los problemas de algunas familias por controlar a sus niños. En esta última emisión mostraron a cuatro hermanos, insoportables niños de entre 5 a 9 años, que se pegan entre sí, no quieren comer, lo tiran todo, no quieren lavarse, golpean puertas, paredes, arrojan la comida, se revuelcan por los suelos, no estudian, dejan que el baño inunde la casa, en el coche no se ponen el cinturón y le dan patadas al conductor, pegan a su madre. No quieren ir al “rincón de pensar”. Son rebeldes por naturaleza, son pequeñas bestias, están incontrolados, se revuelven contra todo y nadie sabe lo que quieren. Pasan de todo, les da igual estar entre la mierda o que la mierda sean ellos. Son niños hiperactivos, maleducados, que tienen un odio dentro y quieren sacarlo sin saber cómo, ni el porqué. La madre está loca, desesperada y con los ojos fuera de sus órbitas y así día y noche, cada día. Es insoportable. Ni el padre con su fortaleza y su voz de mando puede con ellos. Les han perdido el respeto y los niñatos dominan la situación, tienen la casa sitiada y a sus padres acojonados. Al fin los padres recurren a unas profesionales.
Durante un tiempo una de estas reeducadoras vive con la familia para observar los comportamientos y conocer los fallos de padres e hijos e intentar poner soluciones. Comprueban y se alucinan al ver lo que ven, los niños no se inhiben por que en casa haya una persona extraña, que ve, oye, no habla y no actúa. Al cabo de una semana constatan la cruda realidad. Los profesionales se reúnen con los padres y ven la búsqueda de una solución: Premio y castigo. Al final del programa se logra una convivencia, un objetivo: paz y tranquilidad en el hogar y estabilidad para los niños. Cada buena acción o respuesta positiva se premia con unos puntos que se pegan en una libreta, cuando no se cumple se restan y no reciben el regalo acordado. Parece que esto funciona. La gran suerte que han tenido estos niños es que han nacido es una familia estable y quieren a sus hijos, se preocupan por ellos y han recurrido a unos profesionales educadores.
Quizás es lo que les ha sucedido a estos y otros miles de jóvenes que en su vida no han tenido unos padres, unos maestros, un entorno que les ayude a ser personas y no animales. Está claro que cuando a unos niños les falta el amor, la ternura, la comprensión, la educación, la formación y no tienen profesores, educadores que los guíen y padres que se preocupen por su futuro se transforman en dictadores, ladrones, terroristas, vándalos y asesinos. Es por ello que la cárcel como castigo no es la solución, esto se arregla con escuelas de reeducación y que no salgan hasta que comprendan que la sociedad los necesita y que no los rechaza. De qué sirve que cumplan 5, 10 o 20 años de cárcel como castigo, si no se les enseña los valores humanos como premio. Hay muchos trabajos, si no quieren estudiar, donde pueden realizarse y hacerse hombres y mujeres de bien. Se debe imponer la reinserción, que no la pena. Un buen Juez de Andalucía, lamento no recordar su nombre, impone penas de trabajos diversos a los jóvenes descarriados, con notable éxito. Esa es la mejor lección, una nueva oportunidad que podemos dar a nuestra juventud y seguro que la sociedad recibirá el premio.
ABRAHAM MÉNDEZ RAMOS