30.10.07
ORDESA, MON AMOUR
Visito muy a menudo el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido que como se sabe es patrimonio de la humanidad, protegido por la UNESCO, espacio natural que se debe cuidar, defender y difundir por sus valores ecológicos. El Jueves día18 subí a la gran montaña con mi esposa e hija, mis débiles fuerzas me hicieron desistir de la caminata y me detuve en el primer puente el Coteruelo, ellas como “cabras que tiran al monte” siguieron la ascensión y llegaron hasta unas hermosas cascadas de agua cristalina y revoltosa. Me quedé a la orilla del río Arazas y toqué las aún templadas aguas, me recosté en una de las negras piedras, entorné los ojos y soñé despierto. De tanto en tanto miraba a la gran montaña y sus enormes rocas parecían que podían caerse y aplastarme. En sus laderas de frondosa vegetación aparecían diferentes tonos de verdes, rojizos y amarillos que parecían la paleta de un pintor. Todo estaba tranquilo, ni un alma interrumpía mis pensamientos, mis sueños. Esporádicamente alguna pareja hacía su presencia y un grupo de niños, con bloc y lápiz seguían a sus monitores. Todo era paz y tranquilidad, ese día fue un premio, prácticamente estuve solo durante una hora. Y eso que el Parque recibe cada año un millón de personas.
Pensé en los animales que en su tiempo poblaron esas cumbres, como el último Bucardo que desapareció hace pocos años, pese a los esfuerzos de intentar conservarlos en su habitat. El ser humano, seguro, los fue alejando hasta que desaparecieron. Los pececillos del río se movían nerviosos en busca de su alimento. Los pájaros revoloteaban entre los árboles, que ya tenían sus mantos de colores de otoño. Algún quebrantahuesos planeaba por el cielo azul. Las escurridizas y osadas lagartijas miraban y se escondían entre las piedras, alguna mosca cojonera molestaba mis pensamientos. El sol brillaba con fuerza, la brisa del viento era suave. Extraños ruidos del interior del bosque, quizás, de algún animalillo que se batía en retirada, me hacían mirar a un lado y otro con precaución. Pero no hay ningún peligro si uno cumple los itinerarios previstos y no se sale del circuito. Hay lugares con nombres muy originales y llamativos: Cola de Caballo, Brecha de Roldán, Gallinero, Circo, Torre de Marboré, Cilindro, Torre de Góriz, Bosque de las Hayas… nombres con diferentes historias, unas ficticias, otras reales.
Una de mis hijas vive en Linás de Broto (Elena) y la otra, Susana, en Sarvisé y es guía-informadora del Parque de Ordesa y gracias a ellas quiero a esas tierras, porque sus consejos e informaciones me han servido para comprender, querer y respetar más lo que es la gran montaña sagrada, todo el Valle. Mis verdaderos seres queridos son mi esposa, hijo y nietos y mis hijas dos amores, como dos lejanas e inalcanzables flores Edelweis. No añadiré nada más poético, porque me asoman las lágrimas, pero diré en francés, que parece más romántico: ORDESA, MON AMOUR.
ABRAHAM MÉNDEZ RAMOS
Pensé en los animales que en su tiempo poblaron esas cumbres, como el último Bucardo que desapareció hace pocos años, pese a los esfuerzos de intentar conservarlos en su habitat. El ser humano, seguro, los fue alejando hasta que desaparecieron. Los pececillos del río se movían nerviosos en busca de su alimento. Los pájaros revoloteaban entre los árboles, que ya tenían sus mantos de colores de otoño. Algún quebrantahuesos planeaba por el cielo azul. Las escurridizas y osadas lagartijas miraban y se escondían entre las piedras, alguna mosca cojonera molestaba mis pensamientos. El sol brillaba con fuerza, la brisa del viento era suave. Extraños ruidos del interior del bosque, quizás, de algún animalillo que se batía en retirada, me hacían mirar a un lado y otro con precaución. Pero no hay ningún peligro si uno cumple los itinerarios previstos y no se sale del circuito. Hay lugares con nombres muy originales y llamativos: Cola de Caballo, Brecha de Roldán, Gallinero, Circo, Torre de Marboré, Cilindro, Torre de Góriz, Bosque de las Hayas… nombres con diferentes historias, unas ficticias, otras reales.
Una de mis hijas vive en Linás de Broto (Elena) y la otra, Susana, en Sarvisé y es guía-informadora del Parque de Ordesa y gracias a ellas quiero a esas tierras, porque sus consejos e informaciones me han servido para comprender, querer y respetar más lo que es la gran montaña sagrada, todo el Valle. Mis verdaderos seres queridos son mi esposa, hijo y nietos y mis hijas dos amores, como dos lejanas e inalcanzables flores Edelweis. No añadiré nada más poético, porque me asoman las lágrimas, pero diré en francés, que parece más romántico: ORDESA, MON AMOUR.
ABRAHAM MÉNDEZ RAMOS