CARTAS AL DIRECTOR - Abraham Méndez

Cada día está dedicado a un Día Mundial de algo. Entiendo que no son para celebrar nada, al contrario deben servir para denunciar muchas cosas. Los grandes fastos, reuniones, conferencias, viajes, gastos multimillonarios que provocan cuando se celebran no compensan las soluciones que se buscan. Uno de cada 365 días del año se da a conocer un Día Mundial de algo a bombo y platillo, quizás, se guían según que oscuros intereses, poder económico, político, religioso o problemas reales. El Día Mundial de la Alimentación (debería llamarse contra el hambre) se celebró el pasado 16 de este mes, como siempre sin pena ni gloria, bueno con mucha pena para los afectados. En el mundo hay cerca de 1000 millones de personas que pasan hambre, auténtica hambre. En cambio el mundo produce un 10% más de alimentos de lo que precisa y en muchos lugares tiran esa comida para que su precio se eleve o mantenga su valor. La FAO (Org. de N.U. para la Agricultura y la Alimentación) hace campañas y recoge donativos, pero nunca son suficientes. El famoso y casi olvidado 0.7% que cada país debería aportar para la solución de este y otros problemas, no ha calado en los gobiernos, nadie quiere dar el primer paso, nadie suelta un euro. La Declaración Universal de los Derechos Humanos fue la primera en el año 1948 en reconocer el derecho a la alimentación, 156 Estados lo siguen ratificando. Pero el mundo pasa hambre.

Antes decíamos que a los países en vías de desarrollo se les tenía que dar la caña y enseñarles para que ellos mismos supieran pescar, sin necesidad de recibir ayudas o limosnas. Es posible que así evitemos los éxodos, pateras y muertes. Pero, creo que antes debemos paliar lo básico, el hambre de la población. Con el estómago lleno un ser humano funciona mejor, es agradecido y se desarrolla en su vida laboral e intelectual. Porque luego vendrá la creación de escuelas de formación, empresas, universidades, entidades agropecuarias, etcétera. Es muy triste que la mitad del mundo esté gorda y sobrealimentada, mientras millones de personas se mueren de hambre. Hay excesos de gordura, de gula, glotonería, sebosos, obesos, tocinos sueltos, mucha voracidad de consumo inútil, en definitiva egoísmos humanos. De ahí que aparezcan enfermedades y trastornos, que se solucionan con diversas dietas de adelgazamientos, de estrictas fórmulas alimentarias, de severas restricciones para los que han llenado sus buches incontroladamente, han enfermado o tienen trastornos psicológicos debido a sus excesos. Deberíamos guardar algún día y llamarlo Día Mundial del Egoísmo y no para conmemorar nada, si no para denunciarlo todo. El ser humano es un depredador de su propia generación, porque deja morir de hambre, de pobreza y de injusticias a sus propios hijos.

ABRAHAM MÉNDEZ RAMOS